PORQUÉ VIVIR EN OTRO PAÍS??

Llevo tiempo pensando en hacer una entrada hablando acerca de lo que para mí significa Chile y mis proyectos de pasar allí un tiempo, pero no encontraba la manera de abordar el tema; el último post de azulceleste (http://azulcelesteconce.blogspot.com/) ha sido el pistoletazo de salida, haciendo una pregunta concreta que me lleva a reflexionar, y tratar de responder. “¿Qué los ha llevado a moverse?”

En general, viajar siempre ha sido parte de mi naturaleza, suponía que por aquello de “descubrir otras culturas”, pero finalmente una se da cuenta de que lo que va descubriendo es la cultura propia, por contraposición con la ajena. En definitiva, la propia identidad. No se trata de polarizaciones o separaciones del tipo “lo mío/lo tuyo, lo mejor/lo peor”, sino más bien descubrir en qué contextos te sientes más cómodo, dónde crees que puedes desplegar mejor tus propias habilidades, dónde hay más encuentro, en función de lo que tú eres, y claro, como no, dónde encuentras más aportes que te enriquecen, que te amplían y desarrollan. Desde ese punto de vista pienso que Rusia fue el lugar más remoto en el que he estado, y en cierto sentido, Valencia, en mi propio país, también lo ha sido.

La política lingüística de este país nuestro me parece cada vez más demencial, entiendo los intentos de algunas comunidades autónomas de preservar los rasgos identitarios propios, la cultura, la lengua, pero me resulta incomprensible que lo hagan a costa de sus ciudadanos: abren puertas a la conservación de la lengua, cerrándolas a los que habitan el territorio. Muchos valencianos/catalanes/gallegos/vascos se mosquearían ante esta afirmación, pero basta pensarlo dos segundos y el sentido común responde. Si yo quisiera vivir en Irlanda, y para trabajar allí de profesora de español me pusieran como condición indispensable estudiar gaélico durante al menos tres años obviamente desistiría: tengo cosas mejores que hacer durante tres años que estudiar una lengua que hablan solo unas doscientas mil personas (entre irlandeses y escoceses) ¿cuántos hablarán valenciano? Un par de millones?? (de los cuales, la mitad no sabe escribir correctamente en este idioma, y más de la mitad de los estudiantes de secundaria suspenden esta asignatura en el instituto… al menos en donde yo vivo…) ¿Merece la pena el esfuerzo, la espera? Yo quiero el trabajo ahora, no dentro de tres o cuatro años… yo quiero sentirme ciudadana de pleno derecho desde que llego, no después de pasar varios exámenes… mi pasaporte debería avalarme, mi fuerza de trabajo y mi cualificación deberían bastar… pero no.

Esa es la razón número uno. Me voy porque en cierto sentido, me echan. Las reglas del juego no me parecen justas, las imposiciones que aquí he de tolerar no me compensan.

Volviendo al principio, viajar enriquece, ayuda a reelaborar la identidad propia, y propicia el diálogo (el encuentro o el desencuentro, depende) pero siempre descubre algo nuevo acerca de uno mismo. En el caso de la Comunidad Valenciana me descubre lo que sí y lo que no estoy dispuesta a tolerar por un trabajo, por residir en un lugar, por “ganarme” el derecho a convivir con otros (derecho que por otra parte debería ser universal, basado únicamente en normas básicas de conducta cívica y respeto por el otro).

Viajar te pone a prueba, te sitúa frente a la diferencia y frente a tu propia capacidad de flexibilizar frente a esa diferencia, te da la oportunidad de empatizar con el otro (culturalmente hablando) y te muestra quien eres en una situación relacional y dialógica. Esta es la razón número dos. Me gusta irme porque quiero saber quien soy fuera de aquí, quien soy en un contexto diferente, cual es mi materia prima una vez que me salgo de mi entorno natural. Quien soy cuando me encuentro frente a frente con otros teniendo que renegociar las reglas del juego.

Entiendo la vida como compuesta de ciclos que se desarrollan y se agotan, y que dan lugar a nuevos ciclos. Cada vez que uno se ha agotado y ha comenzado otro, me ha acompañado algún viaje, como una especie de paso del ecuador que delimita el antes y el después, y eso me ayuda a decir adiós y a abrirme a lo nuevo, con más fuerza: Algo así como un rito de paso.

Esa es la razón numero tres, ahora necesito decirle adiós a mi vida de antes para poder tomar fuerzas y distancia y afrontar lo que se viene con ganas y menos miedo.

Cuando además la rutina te agota y tu propia mente te satura, viajar es terapéutico porque te ofrece unas vacaciones de ti misma, en cierto sentido, al menos de la persona que eres habitualmente, para poder por un rato jugar con otros roles y otras personalidades que con frecuencia se sienten ahogadas. Y esa sería la última razón, vacaciones de la rutina, de los hábitos enquistados, de los roles gastados, de las personalidades exhaustas…

Así que de eso se trata: curiosidad, encuentro, toma de postura, apertura, punto de partida, renovación… y vivir en otro país al fin y al cabo no es otra cosa que un viaje, solo que un poco más largo.