
Con el culo congelado y la cabeza llena de pájaros, planeábamos montar una comuna en Asturias, y aunque nunca lo hicimos, me conformo pensando que algunos al menos logramos una escapatoria a la locura de prisas y tráfico de aquel Madrid abrumador, y asumimos un estilo de vida que si bien encajó en el sistema (la máquina es más fuerte que cualquier individuo armado de sueños…) al menos nos permitió eludir algunas de sus imposiciones… Frente al sueño americano, exportado al mundo entero por obra y gracia del pensamiento único, elegí una profesión sin caché ni prestigio ni posibilidad de enriquecimiento económico, y con ella elegí la clase trabajadora, los sueldos mileuristas y la ética de la austeridad, conservando el sueño de que con mi trabajo puedo aportar a lo colectivo, que con mi esfuerzo contribuyo al crecimiento general, aunque mi bolsillo nunca pase de tener un par de monedas pa tabaco y algún billetillo de veinte euros…
Echo de menos escucharles planear la próxima acción; una pegada de carteles contra el kapital,

Con ellos aprendí, antes de que se hablase de globalización, multinacionales, y deslocalizaciones, quienes son los enemigos, dónde está el veneno que nos intoxica, y como desde una postura más moderada y realista podemos seguir oponiendo cierta resistencia, y desde nuestros rincones protegidos poner piedrecitas en el engranaje con cada pequeña decisión que tomamos (una sola tele vieja con los botones rotos, una tarjeta bancaria que procuro no dejar en números rojos, decir “no necesito un préstamo de seis mil euros, no necesito un colchón nuevo maravillosamente financiado, no necesito más que tres pares de sandalias para todo el verano, no necesito más peluquería que un corte al año…”, un cole público para mi hijo, muebles de segunda mano, ropa de rebajas, reciclaje, trabajo voluntario, militancia de andar por casa desde una mesa en un bar, o desde una ventanita en Internet…). Se acabó el tiempo de las cruzadas, ahora otros tomaron el relevo, y siguen haciendo el trabajo sucio, y todos los días, les doy las gracias.


Ay… la nostalgia.
La treintena, la maternidad, tienen sus satisfacciones, y algunos placeres también, pero últimamente, rara vez me siento tan contenta como cuando siento esa vidilla de los noventa cosquilleando desde dentro… Así que en fin, trabajo toda la semana, y de vez en cuando, me junto con algún colega, y escuchamos a los Doors hasta que amanece, como si aún tuviésemos veinticinco, o vamos a la playa con los Zeppelín en el coche, o llevamos al gordo de paseo cantando a los Cure…
Y dicho esto, me voy a fregar los cacharros. Dentro de un rato haré un puzzle con mi gordo, y luego saldremos de paseo, tal vez bajemos a la playa, con el cubo y la pala y la sombrilla, y luego iremos al parque, y hablaré con las mamás, y jugaremos con la tierra, y haremos trenes de dinosaurios y lo pasaremos muy bien.
Pero en un rinconcito muy adentro, hay quien espera su turno para salir y desbarrarse un rato, y en cuanto llegue el puente, saldrá pa fuera y se irá de bares, y escaneará la barra en busca de mozos greñudos, y si hay suerte pillará cacho, y después con mi hermanita, nos tomaremos una guinness (si mi hermanita no puede, que se tome una cerve Light de esas nuevas) y nos fumaremos esos petillas que estoy guardando como oro en paño…
Y así es la vida, y es un puntazo.
La treintena, la maternidad, tienen sus satisfacciones, y algunos placeres también, pero últimamente, rara vez me siento tan contenta como cuando siento esa vidilla de los noventa cosquilleando desde dentro… Así que en fin, trabajo toda la semana, y de vez en cuando, me junto con algún colega, y escuchamos a los Doors hasta que amanece, como si aún tuviésemos veinticinco, o vamos a la playa con los Zeppelín en el coche, o llevamos al gordo de paseo cantando a los Cure…
Y dicho esto, me voy a fregar los cacharros. Dentro de un rato haré un puzzle con mi gordo, y luego saldremos de paseo, tal vez bajemos a la playa, con el cubo y la pala y la sombrilla, y luego iremos al parque, y hablaré con las mamás, y jugaremos con la tierra, y haremos trenes de dinosaurios y lo pasaremos muy bien.
Pero en un rinconcito muy adentro, hay quien espera su turno para salir y desbarrarse un rato, y en cuanto llegue el puente, saldrá pa fuera y se irá de bares, y escaneará la barra en busca de mozos greñudos, y si hay suerte pillará cacho, y después con mi hermanita, nos tomaremos una guinness (si mi hermanita no puede, que se tome una cerve Light de esas nuevas) y nos fumaremos esos petillas que estoy guardando como oro en paño…
Y así es la vida, y es un puntazo.
